PROPIEDAD HORIZONTAL
No es extraño el escuchar decir a algún vecino de nuestra comunidad expresiones como “este edificio se está cayendo”, “esta junta de condominio no hace nada por el edificio”, “esto tiene años que no se pinta”, etc, etc.etc.
Existen, en contraposición, otras comunidades que manifiestan en hechos el cuidado que profesan a su propiedad, exhibiendo mediante obras y buen mantenimiento la importancia que conceden al lugar que habitan.
Nuevas edificaciones van siendo afectadas por el transcurrir del tiempo, pero su apariencia de estampa y cuidado van a ser determinadas por el interés que sus residentes pongan en ello. Sólo se deteriora un objeto, cosa o lugar cuando se le abandona.
He oído a vecinos quejarse por la intolerable molestia que representan los adolescentes, con expresiones groseras y en algunos casos consumo de bebidas alcohólicas, en las áreas comunes de la edificación. Eso sucede, muy probablemente, cuando se han abandonado esas áreas. Comuneros que se encontraban en planta baja y disfrutaban del frescor de la noche cuando el edificio era nuevo, ya no lo hacen. Ya no se encuentran adultos conversando e intercambiando con los niños y los jóvenes. Se han abandonado esas zonas.
Si la puerta de entrada a la residencia es dañada y no se repara, dará libre acceso a quienes no son habitantes de ella, generando la idea de que a nadie le importa quien accede al lugar ni lo que pudiera hacer o dañar.
Si se rompe un vidrio de una ventana o un farol del edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos otros más. Si los jardines se van deteriorando y no hay vecinos que ocupen esos espacios, pronto serán ocupados por otros menos interesados en mantener y cuidar.
Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito.
Esta concepción se desprende de la “teoría de la ventana rota”, un experimento de psicología social adelantado en la Universidad de Stanford en Estados Unidos por el profesor Philip Zimpardo en el año 1969